jueves, 26 de marzo de 2009

Hacia el Proyecto Nacional

Nuestra nación cumplió el año pasado 25 años de democracia ininterrumpida, por cierto el periodo más largo de su historia desde la vigencia de la Ley Sáenz Peña.
Estos 25 años muestran una maduración social en lo referido a la desaparición del Partido Militar como elemento al que se recurría cuando las cosas no andan bien.
Quizás todavía no hemos tomado conciencia de la importancia del voto universal, secreto y obligatorio. No sabemos que con el podemos aprobar o desaprobar gestiones y pedir cambios de modelo y de rumbos de un gobierno. VOTAR NO ES CUMPLIR.
La política y los políticos argentinos aun no han logrado una maduración definitiva que nos permita salir de tanta mediocridad reinante.
Los constantes avasallamientos a las instituciones y las jugadas políticas en busca de beneficios personales, sin importar pautas, leyes o artículos constitucionales, han terminado alejando a la sociedad de la política y a la política de la sociedad.
Este cuadro se ve profundizado cuando, a través del gobierno, se plantean antinomias y divisiones que son propias de otras épocas que la sociedad argentina vivió y no quiere volver a repetir.
El deterioro se profundiza cuando desde el gobierno, por beneficios personales mezquinos, se adelantan elecciones, no se escuchan las voces del pueblo, se toman decisiones autoritarias y los funcionarios se transforman en autistas.
La política y la sociedad argentina necesitan lograr juntos la madurez democrática definitiva que nos lleve a la realización de un gran proyecto nacional de largo plazo del que todos podamos ser participes.
Debemos tener en claro que hay épocas negras de nuestra historia a las que ya les dijimos NUNCA MAS.
Llego el momento de dejar de lado las diferencias y trabajar por la justicia, la libertad y la igualdad social que tanto reclamamos.


Jorge Kehiayan

viernes, 13 de marzo de 2009

el peronismo no pasa la prueba de la memoria.

Por Alvaro Abos

Ireneo Funes era un muchacho de Fray Bentos, dotado de una memoria prodigiosa. Si para la mayoría de las personas la amnesia es un grave peligro, pues prenuncia la decadencia vital, para Funes la amnesia hubiera sido una bendición. La memoria, Funes la padecía "como un vaciadero de basura". Recordaba sin cesar cada dolor, cada decepción . "Discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción; de las caries, de la fatiga. Notaba los progresos de la muerte, de la humedad." No tenía el consuelo del olvido, el pobre Funes, ni siquiera durante ese benévolo paréntesis que es el sueño.

Traigo a colación el personaje inventado hace sesenta y cinco años por Jorge Luis Borges en el cuento Funes el memorioso ante la ronda de candidaturas y posibles alianzas para las elecciones de octubre. Ese desfile puede convertirse en una pesadilla para quienes, sin llegar, ni mucho menos, a la memoria inclemente de Funes, tampoco hemos caído en la amnesia.

¿Cómo olvidar qué han hecho en los últimos años la mayoría de los hombres sobre cuyas reuniones y proyectos la prensa nos ilustra en detalle? Eduardo Duhalde, Carlos Reutemann, Daniel Scioli, Luis Barrionuevo, Felipe Solá, Néstor Kirchner. Protagonistas de los hechos que en los últimos 25 años han conducido a este presente poco auspicioso de la Argentina.

Son el peronismo realmente existente. Una sombra de lo que alguna vez fue un poderoso movimiento social, que expresó fuerzas nuevas y encarnó cambios históricos. Hoy, es el Gran Partido Oficial, una Nomenklatura, una liga de barones con canonjías inmutables, que repiten eternas rencillas y distanciamientos a los que siguen eternas reconciliaciones. Se me dirá: es injusto medir a tantos nombres con la misma vara. ¿Acaso no hay diferencias entre ellos?

Sin duda que las hay, pero, si se mira la política argentina con un mínimo de perspectiva, no puede negarse que todos esos nombres provienen de un tronco común. Es el peronismo posterior a la dictadura militar, adaptado a las normas democráticas que, desde comienzos de la década de los ochenta del siglo XX, imperan en el mundo y en América latina. Ese tronco tiene una genealogía: todos los reyes, reinas y alféreces peronistas que juegan hoy en el tablero fueron peones de Carlos Menem, el político que instaló al partido peronista en el poder, un lugar que desde 1989 ocupa con muy fugaces intermitencias.

No es necesario ser un Funes para recordarlos. Eduardo Duhalde fue, durante muchos de los diez años en los que Menem ejerció el poder, el delfín del riojano. Que luego Duhalde haya incurrido en el juego de la traición (ese que el peronismo practica de manera casi genética) a Menem (o viceversa) no atenúa dicha verdad. Eduardo Duhalde es hijo político de Carlos Menem. Felipe Solá fue ministro de Menem; Kirchner fue gobernador de Menem; Reutemann fue llevado a la política por Menem y llegó a la casa de gobierno de Santa Fe de la Veracruz de la mano de Carlos Menem. ¿Acaso puede decirse otra cosa de Carlos Ruckauf, de cada uno de los Rodríguez Saá y de José Manuel de la Sota, para citar a los barones en activo, o de otros caciques hoy en retiro, como José Luis Manzano y Carlos Grosso? Y los supuestos portadores de sangre nueva, como el gobernador Scioli, ¿acaso no fueron aportes a la política que también debemos a Menem, especialista en atraer hacia el poder a figuras de la farándula y el deporte?

A nadie puede negársele el derecho de renovarse, de cambiar, de evolucionar. En una historia tan agitada como la argentina contemporánea, no hay inocentes, salvo que se haya nacido en probeta. Por otra parte, hay ya varias generaciones de argentinos que no han conocido más horizonte que las internas peronistas. Quien tiene menos de 40 años -y hasta podría decir menos de 45- no ha visto otra cosa que ese predominio y los esfuerzos titánicos y frustrados del no peronismo para reemplazarlo.

Pero, en tal caso, una mirada crítica ha de interrogar a esas "nuevas" figuras sobre su relación con los patrones genéticos menemistas, toda vez que ello tiene que ver con los problemas que hoy mismo afligen al país.

Lo que recalco es la hipocresía de quienes, inevitablemente, provienen de ese tronco, a cuyos valores, por fuerza, adhirieron, pero que se travisten con identidades diversas para favorecerse con la amnesia contemporánea.

El travestismo es fácilmente detectable. La marca de fábrica del peronismo realmente existente es el predominio de la reproducción infinita del poder. La confrontación entre los barones peronistas contiene siempre, como el fruto a su carozo, la fidelidad a ese mandamiento que reza: "Lo importante es el poder, a cualquier costo".

La alharaca de los conflictos intraperonistas a veces parece ocultar ese núcleo vital. La descendencia que el peronismo genera sin cesar viene, con frecuencia, disfrazada de antagonismo. Lo que acabo de escribir le viene como anillo al dedo a Néstor Kirchner, pero es aplicable a sus antiguos acólitos, esos que hoy se están convirtiendo en sus nuevos cuestionadores.

En un espacio que parecía distinto, parece reproducirse ese rasgo con el que el peronismo infinito contamina incluso a aquellos que por cronología o ideología se dicen lejanos a él. Gabriela Michetti fue elegida para ejercer un cargo de la Ciudad de Buenos Aires. Si renuncia a dicha función para postularse como legisladora, opta por el internismo. Se alega que el Pro la necesita otra vez como candidata, y ella "se sacrifica" porque "el partido no tiene otra personalidad conocida". Pero si los ciudadanos la han votado, debe trabajar en el gobierno del que forma parte y desplegar allí la energía civil que la sociedad creyó ver en la candidata. Si su partido tiene o no personalidades electoralmente idóneas, es un problema de su partido, no de la sociedad a la que hoy Gabriela Michetti representa. En este caso, la impaciencia es la contracara de la amnesia. Aún más inexplicable es lo de Felipe Solá, de quien se dice que renunciaría a la banca de diputado, que ya ocupa, para postularse como candidato... ¡a diputado!

¡Qué difícil es concebir la función pública como sencillo servicio a la comunidad! Un cargo representativo es un "encargo" concreto y específico. Sólo en segundo lugar debería ser peldaño o eslabón para una carrera política personal.

¡Ya no hay Funes! El vertiginoso presente, con su salvaje catarata de sobreinformación, abrumaría hasta el privilegiado cerebro inventado por Borges. Pero los políticos tampoco deben menospreciar la memoria de sus representados. Algo recordamos, todavía.

martes, 3 de marzo de 2009

el trampolin esta mojado (te podes resbalar)

Como lo hago habitualmente, me dispuse a viajar en la línea 118 desde san Cristóbal hasta recoleta. Era la primera vez que iba a viajar con la doble mano de Pueyrredon. Antes el viaje duraba entre 30 y 35 minutos. Ahora con el congestionamiento que se produce en las adyacencias de la avenida tardo 1 hora ( y ni hablar si alguna vez se siguen las obras de la línea H de subte).
Esto me hizo pensar en la “gestión” del Ing. Macri, que con su proyección cortoplacista no parece darse cuenta que está al frente de la ciudad de Buenos Aires.
Luego de escuchar su discurso en la legislatura, en donde el Ing. no hizo mención ni a seguridad, ni educación, ni salud, pero sí hizo mención a la poda de árboles, restauración de veredas, asfaltado de calles, etc. me termino de redondear la idea de que al jefe de gobierno le falta visión estratégica y no utiliza el poder del estado para amalgamar a la sociedad que le toca gobernar.
ESTARIA BUENO que los habitantes de la ciudad además de caminar por calles limpias y arregladas, que los autos anden por calles asfaltadas, como debería ser la preocupación de cualquier delegado de cgp, los porteños NO tengamos que ir a las 4 de la mañana a un hospital público a buscar un turno y que nuestros chicos tengan los 180 días de clase, que no sufran frio en sus escuelas, y que no se desordene mas el transito.
También sería interesante tener un jefe de gobierno que tenga una visión mas amplia que su periodo gubernamental, sin sospechas de demagogia. Las obras son muy lindas, pero no solucionan los problemas de fondo, que son mas graves y con lamentables consecuencias en el futuro post Macri.
Pero esto es demasiado pedir para un candidato que solo quiere de nuestra ciudad un trampolín para llegar a la presidencia, por ende no interesan los proyectos de ciudad a largo plazo, ni interesan los problemas de años que arrastramos los porteños.

Jorge Kehiayan